La chiripa

artículo: «La chiripa»
autor: Salvador Solé Soriano


“Las cosas no salen bien porque sí” (Un golpe de puño sobre el pecho).
“Para hacer las cosas bien es necesario pensárselo mucho” (Dos golpes con ambos puños).
“Las cosas solo alcanzan la excelencia cuando el control de todos los factores es absoluto” (Cuatro golpes feroces).
“¡Nada debe quedar librado al azar!” (entre ocho y doce golpes acompañados de cabezazos y un desaforado pataleo).

Bastantes fotógraf@s profesionales – y ya no digamos aquell@s aficionad@s que son más papistas que el papa – afirman que el azar no debe existir. Al menos no debe existir si no lo hemos invocado expresamente para servir a nuestros fines.

Aquí arriba pongo un ejemplo de uso consciente de la chiripa; para captar formas satisfactorias de la espuma, disparé muchas veces y descarté la mayoría de los resultados. Hube de observar el fenómeno para encuadrar la zona con mayores probabilidades de éxito además de subir los isos y la velocidad; todo estaba controlado excepto el movimiento que las olas imprimían a la espuma para generar tan fugaces y curiosas estructuras.

Dicen que toda obra de arte es fruto de la técnica y la mente, ambas sometidas a un férreo control. Sin negar que cierto tipo de imágenes solo se logran aplicando semejante filosofía, a mí esa manera de ver la fotografía me parece poco realista pues la suerte, para bien y para mal, está en el mundo y negar su influencia resulta pueril. Pudiéndose dar incluso en la fotografía de estudio, ya no digamos al aire libre donde todo tiende a cambiar de color, de volumen y de protagonismo según dictan los caprichos de la luz y la meteorología.

Esta foto debe la mitad de su gracia a un hecho fortuito que, de entrada, se me pasó por alto; cuando vi la primera luz del sol tocando el filo herboso de la duna corrí ha disparar aunque, a parte del contraste entre la línea de luz cálida y el fondo azul, no había demasiado tema. Ya en casa, descubrí que una ola había añadido un segundo elemento que dotó de interés al fondo, mejorando sensiblemente lo que yo había pretendido.

Como ultimo ejemplo pongo éste; mi idea era retratar la amapola roja contra el fondo verde algo que, seguro, nadie había intentado jamás… Puse el trípode pero olvidé apretar una clavija. Y justo en el momento de disparar el cable, por accidente (estaba en cuclillas y perdí el equilibrio) le di un golpe al cabezal. El resultado no es nada del otro mundo pero se halla cualitativamente en otro orden de cosas que aquello que yo pretendía y me dio la idea de aprovechar movimientos de cámara para lograr imágenes más dinámicas y menos convencionales.

Podría seguir poniendo ejemplos pero me parece más didáctico que cada cual recuerde los suyos.

No me produce bochorno alguno admitir que algunas de mis mejores fotografías deben parte del resultado a imponderables de lo más variado. Eso mismo, lo admitan o no, le sucede a tod@s l@s fotógraf@s.

Desde luego, si quieres que te toque la lotería, deberás comprar números; tener las nociones técnicas fluidamente asimiladas y poseer un equipo suficiente para tus propósitos y nivel de exigencia. Pero la madre del cordero – en estos casos – es saber ver, en un momento dado, que la chiripa te acaba de hacer un regalo. O que está a punto de hacértelo.

Yendo más allá diré que, en nuestra vocación fotográfica, la chiripa es una factor tan común que ni siquiera se suele reflexionar sobre ello y l@s hay que, incluso, cegad@s por sus propios esfuerzos y méritos, no caen en la cuenta de que una parte de lo que consiguen les cae en el regazo por el mero hecho de llevar la cámara encima y saber como se usa. No le resto mérito a nadie ya que aprovechar la suerte es un don que se desarrolla con la experiencia tanto si eres consciente de ello como si no. Si no te aclaras con el equipo o careces de visión estética, de poco te servirá la chiripa. Somos perfectamente capaces de echar a perder una buena oportunidad, sobre todo si es fugaz ; Recuerdo una ocasión en que, ya prácticamente de noche, de repente, desde la ventanilla del coche, un colega y yo tuvimos a cuatro metros una Chocha perdiz posada sobre un tronco. De la impresión, él no se acordó de activar el flash y yo, por olvidar que llevaba conectado el autofocus (que en ausencia de luz mal podía funcionar), perdí tres preciosos segundos en percatarme y pasar a manual. Entonces el sonido de la ráfaga de mi compañero puso en fuga al bicho y los dos nos quedamos sin la foto. Con esta anécdota quiero hacer constar que la suerte hay que saber pillarla y aunque incluso un disparo accidental puede dar sorprendentes resultados, más habitual es que sea necesario un mínimo de pericia y reflejos para aprovechar la coyuntura.

Relacionadas con lo dicho en este articulillo, destacaré dos virtudes que nos ayudarán a obtener grandes fotos;

* La tenacidad que nos ponga a menudo en situaciones propicias para un golpe de suerte.

* La humildad para reconocer lo mucho que dependemos de lo imprevisto.

Esto implica ser pacientes, practicar mucho, conocer bien nuestro equipo, llevarlo tan a mano como se pueda y no alardear demasiado cuando, en mayor o menor medida, una buena foto nos llovió del cielo.

Salva Solé.

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